En un impulso irresistible Matilda no pudo evitar coger su hermosa y delicada mano y cubrirla de besos. Temió su reacción, pero ella se limitó a sonreir con dulzura. Sin duda estaba acostumbrada a ser adorada.
A continuación Matilda cogió el pesado equipaje de la recién llegada, abandonaron la estación y marcharon juntas a la Residencia para chicas. Ninguna de las dos dijo nada durante el camino.
Acababan de conocerse, y Matilda ya sabía - las dos sabían - que sería su fiel esclava mientras permanecieran juntas.
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