La hermosa princesita juguetea con los gordos y descoloridos labios de la bestia - labios que sólo momentos antes han besado con devoción sus hermosos pies - mientras piensa qué divertido y sencillo ha sido exterminar a aquella alimaña. ¿Cómo es posible que tantos grandes guerreros -todos ellos insignes varones, símbolos supremos de "virilidad y hombría"- hayan sucumbido ante aquel ser - sus feas cabezas pudriéndose ahora al sol frente a la guarida del monstruo, símbolos ya tan sólo de la estupidez e incompetencia masculinas? Y sin embargo ha bastado una muchacha para poner fin a todos los sufrimientos que la criatura ocasionaba a los habitantes y viajeros de la comarca.
¡Qué absurdo encomendar a hombres el trabajo que cualquier Mujer puede hacer infinitamente mejor!
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