El enorme macho se creía el amo y señor de todo aquel territorio, donde sus poderosos músculos y su agresividad le habían otorgado la supremacía sobre los demás brutos. Por eso no pudo comprender que una criatura pequeña y de apariencia tan delicada como aquella pudiera abatirle. De hecho ignoraba qué era una Mujer. Y desconocía que “su territorio” no era más que una minúscula superficie -la más árida y hostil- de un planeta donde las Mujeres, que habían levantado en él una civilización tan próspera y avanzada que hacía parecer ridículas cualquiera de las creadas por los hombres, abandonaban a los niños varones, y donde éstos crecían ajenos por completo a cualquier tipo de civilización e instrucción, salvajes y brutales. Presas perfectas en un verdadero coto de caza donde las damas se divertían ejercitando sus espléndidas y superiores capacidades naturales
No hay comentarios:
Publicar un comentario